El inicio no fue fácil: la familia vivió en una carpa y tuvo que recurrir a la carpintería y la herrería para fabricar sus propias herramientas de trabajo. Inspirado en su fe, Grisoni eligió llamar al emprendimiento El Nazareno y lo definió como una “fábrica familiar”, reconociendo el esfuerzo conjunto de todos sus integrantes.
Con el tiempo, las especialidades se multiplicaron y llegaron los primeros alfajores. En el año 2000, la apertura del primer local sobre la ruta marcó un punto de inflexión: lo que había nacido como un proyecto de supervivencia se transformó en una empresa que hoy cuenta con 13 sucursales, 12 en Córdoba y una en San Luis, y con cafeterías en Río Cuarto y la capital provincial.
El Nazareno mantuvo desde el inicio una filosofía clara: producción artesanal, materias primas naturales seleccionadas cuidadosamente, ausencia de químicos y un profundo respeto por las recetas originales. Esa apuesta por la calidad y la autenticidad fue la que los llevó a consolidarse como un emblema de la repostería serrana y, ahora, a recibir un reconocimiento internacional.
Taste Atlas, el portal especializado en reseñas gastronómicas, publicó su ranking de los 20 mejores alfajores del mundo y colocó en el primer lugar a los productos de El Nazareno. El catálogo ofreció 12 variedades que recorrieron desde los clásicos , chocolate, dulce de leche y membrillo, hasta versiones innovadoras como higo, frambuesa o naranja. El más emblemático, sin embargo, fue el alfajor de hojaldre con coco rallado, elegido nada menos que por el papa Francisco como su favorito.
El crítico gastronómico Alessandro Carena también se sumó a los elogios: “los alfajores son los mejores de Argentina. No te van a decepcionar. La galleta tiene una textura que se derrite fácilmente en la boca, contrastando a la perfección con la densidad del caramelo. El dulce de leche es cremoso, con sabor intenso a leche y una dulzura que no abruma. Todo se integra armoniosamente. La cobertura de chocolate es suave y placentera, el resultado es un dulce que ofrece una sensación de plenitud a la vez que se mantiene ligero, dejando un regusto largo y agradable al paladar”.
La empresa también se distinguió por concebir cada local como una experiencia estética y cultural. En sus sucursales incorporaron elementos inspirados en la Europa medieval, en las culturas precolombinas y en las tradiciones coloniales y criollas argentinas. El local del Centro Viejo de Villa Carlos Paz se convirtió en uno de los más representativos: un castillo gótico con plaza pública en su interior, pensado para que la belleza forme parte del servicio.
Cuarenta años después de aquel comienzo humilde en Traslasierra, El Nazareno transformó la dificultad en desafío y la pasión en un sello de identidad. Hoy, la empresa familiar que nació en una carpa y con herramientas hechas a mano figura en lo más alto del ranking mundial y confirma que detrás del mejor alfajor del planeta hay una historia de fe, trabajo colectivo y tradición cordobesa.