Desde Córdoba, Tonadita llevó sus lácteos a 30 países. Su queso cheddar se convirtió en insumo de las principales cadenas de hamburgueserías y su manteca viajó en aviones y cruceros. En Rafaela, Basso fabricó las válvulas que hicieron rugir motores de Ferrari, McLaren y Harley Davidson.
En Bariloche, Rapanui convirtió a los Franui en un pasaporte de chocolate y frambuesa hacia 40 destinos, con plantas en Argentina y España. En las yungas salteñas y jujeñas, Salvita dio batalla a las bananas ecuatorianas y empleó a 2000 personas en la producción de hortalizas, granos, legumbres y frutas que terminaron en las mesas de Inglaterra, Italia, Francia y Turquía.
La planta de Toyota en Zárate marcó récords: una Hilux cada 87 segundos, ocho de cada diez destinadas a exportación y más de 8 mil empleados. En el pequeño pueblo santafesino de Progreso, de apenas 2800 habitantes, Pampa Cheese elaboró 25 mil kilos de quesos diarios, con la mitad de su producción enviada a más de 20 países.
Desde Lincoln, Ingeniería Mega se especializó en secadoras de granos que cruzaron fronteras y llegaron a 35 países, de Estados Unidos a Rusia. En tanto, los fundadores de Bonalma se preguntaron por qué Argentina, con trigo de primera, no tenía una marca global de pastas. Su respuesta fue crear una empresa que ya exportó el 50% de lo que produjo y fue premiada en Bélgica en 2023.
Ingersoll, desde Monte Maíz, apostó por la fabricación de discos y cuchillas para sembradoras. Con 200 empleados y más de 50 años de exportaciones ininterrumpidas, concretó 200 embarques anuales a cinco continentes. En Santa Fe también se consolidó Mafralac, con 30 años de trayectoria en alimentos lácteos y la marca Franz en las góndolas del país y de la región.
En el valle de Calamuchita, Tantal transformó el tungsteno, el llamado “metal duro”, en piezas para el agro y la industria petrolera, con un 40% de su producción destinada al exterior. Desde Mar del Plata, Havanna hizo del alfajor un ícono exportable: más de 150 millones de unidades al año, 250 locales en Argentina y otros 220 en el exterior, además de un lugar asegurado en Costco, una de las cadenas más grandes de Estados Unidos.
En Mataderos, Smams puso en marcha una planta con 100 trabajadores que elaboraron 280 toneladas mensuales de alimentos sin gluten, enviados a Chile, Uruguay, Paraguay y Panamá. En General Cabrera, Córdoba, Prodeman impulsó la potencia argentina en el maní, exportando a 40 países y empleando a 600 personas.
El gigante cordobés Arcor extendió su marca a más países que cualquier otra empresa argentina. Con más de 20 mil empleados y 30 plantas industriales en el país, transformó a Arroyito en un epicentro global de golosinas y alimentos. En Granadero Baigorria, Santa Fe, Argental fabricó hornos y maquinaria para panaderías que cruzaron océanos y llegaron a 30 países.
Desde Rosario, San Ignacio fue la responsable de que el dulce de leche argentino aterriza por primera vez en India. En la Patagonia, Vista Alegre cultivó y empacó cerezas que se sirvieron en China y Estados Unidos.
La neuquina Ñuke diversificó su producción en más de 100 modelos de estufas, hornos, parrillas y fogones. Con 90 empleados, se extendió a 12 países con foco en Uruguay y Estados Unidos. Finalmente, la cordobesa Promedon se posicionó en el sector médico con dispositivos exportados a 65 países y vínculos con tres de los hospitales más prestigiosos de Europa, generando empleo para 650 personas.
Estas 20 empresas industriales argentinas demostraron que la producción local pudo competir de igual a igual en el mundo, transformando la innovación en exportación y el esfuerzo en miles de puestos de trabajo.