El reloj marcaba las 6:30 de la mañana cuando un vecino de zona norte sufrió un robo domiciliario mientras se encontraba ausente de su hogar. Como dictan los procedimientos en estos casos, la Policía de Córdoba acudió de inmediato al lugar para levantar actas, investigar el hecho y, en última instancia, determinar a los responsables del ilícito. Sin embargo, según pudo saber Puntal, lo que parecía una intervención más de rutina se transformó rápidamente y vuelve a poner en tela de juicio la integridad de la fuerza policial.
El protagonista de esta historia, un cabo de la policía identificado como Hernán Daniel Palomeque, se encontraba en el grupo de oficiales que respondieron al llamado de la víctima. Su misión era la de verificar la denuncia, hacer el levantamiento de evidencias y proceder conforme a lo que dictara el protocolo. Todo parecía desenvolverse con normalidad, y cuando los efectivos se retiraron a entregar el procedimiento, la víctima del robo, intuitivamente, comenzó a investigar por su cuenta.
Usó la geolocalización de los auriculares, confiando en que su rastreador ayudaría a dar con los responsables del robo. Y, efectivamente, la señal de los auriculares lo condujo a una dirección cercana a la que inicialmente habían sido desplegados los oficiales para el procedimiento. El móvil policial, con la presencia de Palomeque entre sus efectivos, había quedado registrado en esa zona. Sin pensarlo dos veces, la víctima informó a las autoridades sobre la ubicación precisa del dispositivo.
Los mismos compañeros de fuerza que acompañaban a Palomeque en el procedimiento comenzaron a indagar y, tras confirmar la ubicación de los auriculares mediante la geolocalización, decidieron confrontarlo, informaron fuentes policiales a Puntal. Enfrentado a la evidencia, el cabo confesó que había sido él quien, aprovechando su posición, sustrajo el dispositivo de la vivienda. Sin embargo, en un intento por deshacerse de las pruebas, había arrojado lo robado en una casa vecina, en un acto desesperado de encubrimiento.
El arresto no se hizo esperar. Fue detenido en la Unidad Judicial cuando los oficiales, quienes inicialmente habían cumplido con el protocolo de entregar el procedimiento, descubrieron la traición. La escena fue surreal: el mismo hombre que había estado desempeñando su labor como parte de la fuerza, ahora se convertía en el principal acusado. Palomeque fue llevado a la sede policial y colocado en "situación pasiva", una medida que precede al procesamiento y que marca el inicio de su caída.
La implicación de Palomeque fue rápidamente confirmada por el Ministerio de Seguridad de la Provincia. Juan Pablo Quinteros, titular de la cartera, fue quien en declaraciones con medios locales expresó la rotunda condena hacia la conducta del oficial involucrado. El ministro dejó claro que cualquier miembro de la fuerza que cometa un delito será apartado de la institución y sometido a la justicia, reafirmando el compromiso de la actual gestión por depurar la policía de cualquier miembro corrupto.
Según informaron mediante el parte policial, la Fiscalía 4, a cargo de la Dra. Andrea Martín Aresti, dictó la detención formal de Palomeque, quien quedó a disposición de la Justicia. A nivel interno, el Tribunal de Conducta de las Fuerzas de Seguridad también inició un expediente para revisar las acciones del cabo, que arrastraban consigo un incumplimiento grave de los principios que rigen la función policial.
La noticia de la detención de Palomeque llega en un momento especialmente delicado para la Policía de Córdoba. En los últimos días, la fuerza había sido sacudida por otros escándalos, incluidos los graves cargos de corrupción dentro de la Policía Caminera, que involucraron a exfuncionarios de alto rango. La detención de Palomeque, en ese contexto, se suma a una serie de incidentes que han puesto en evidencia las fisuras en una institución que se supone debe velar por la seguridad y el bienestar de la sociedad.