La historia no fue sencilla. Desde muy chico Alan fue separado de su mamá y cuenta que desde entonces fue de instituto en instituto, hasta que llegó a la "Ciudad de los Niños" a la edad de 12 años.
Fue en ese entonces que conoció el rugby. Lo hizo gracias a "Los Gigantes", que iba a las colonias de verano llevando el deporte a todos los sectores. Desde entonces quiso aprender, se sumó y nunca paró de jugar.
A los 14 años, Luis Schlossberg le consigue una beca para integrarse al Jockey Club, donde llegó a primera.
En su paso por el Jockey conoció a muchos profesores, como Piero, que como cuenta Alan, fue el nexo a través del cual logró probarse y firmar contrato para ir a jugar rugby profesional en Portugal con otros chicos.
"No lo veía lejano pero tampoco lo veía muy posible. De a poco las cosas se van dando, con fuerza y perseverancia" dice el futuro jugador del Santarém. Agrega que el deporte nos regala aprendizajes para la vida: el respeto, la solidaridad, el compañerismo, "te da pertenencia familiar con tus compañeros, amigos y gente del club", dice.
Inspirado en su propia historia de vida y en la de tantos chicos que sueñan con crecer en su deporte, nos comparte un deseo: "espero que los chicos que vienen de abajo puedan tener la misma suerte que tengo yo". "El mensaje que me gustaría darles es que todo lo que se les presenta en la vida, sea para bien o sea para mal, tienen que verle el lado positivo para poder cambiarlo ustedes mismos."