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Vecinos redujeron al "fantasma de la Titán": cayó tras años de robos y una víctima que se animó a gritar

El motochorro señalado por decenas de vecinos fue atrapado en plena calle luego de arrebatarle el celular a una joven que pidió ayuda a los gritos. La reacción inmediata de transeúntes, repartidores

y residentes logró lo que el barrio reclamaba desde hacía tiempo

Durante años fue apenas una silueta fugaz: la moto negra que aparecía, robaba y desaparecía entre las calles de Nueva Córdoba, el barrio más poblado y transitado de la ciudad. Los vecinos lo conocían de memoria. Lo habían visto tantas veces que ya ni necesitaban observarlo dos veces para reconocerlo. “Es el mismo”, repetían en redes y en los grupos de WhatsApp. “El mismo de siempre”.

El jueves por la tarde, esa sombra finalmente dejó de ser un fantasma. El presunto autor de una seguidilla interminable de arrebatos fue atrapado por los vecinos en plena calle Obispo Oro al 400, una zona atravesada por restaurantes, estudiantes apurados, oficinistas y tránsito constante. Lo que la Policía no había logrado frenar en al menos dos años, según cuentan quienes viven en el sector, lo resolvió la reacción espontánea de un barrio agotado.

Pasadas las 15, Martina, una joven de 27 años, caminaba por la vereda y sacaba su celular para grabar un contenido, como tantas personas hacen todos los días. En ese instante, el motociclista se subió a la vereda y le arrebató su iPhone 16 Pro Max. La escena parecía destinada a repetirse, una más entre cientos. Pero esta vez, los gritos de la víctima rompieron la rutina del miedo.

“Empecé a gritar y a correrlo a lo loco, diciendo que lo frenen, que lo frenen”, relató en diálogo con Puntal. Y ese instante fue decisivo. Sus gritos encendieron la reacción de repartidores, transeúntes y vecinos que, al escucharlos, actuaron sin dudar.

Según describió Martina, varios hombres lograron interceptarlo a pocos metros. “Entre tres repartidores, o vecinos lo agarran y lo tiran”, contó. En medio del forcejeo, el ladrón le devolvió el teléfono y, en un intento torpe de excusa, le dijo: “Perdón, pensé que eras mi prima”. La joven respondió con ironía: “Entre primos ahora nos robamos”.

Martina aseguró que no vio un nivel de violencia desmedido: “Lo golpearon para que se quede quieto, nada grave. La gente actuó muy bien. Si yo gritaba y nadie me daba bola, hoy no tendría mi celular. Sentí que actuamos en comunidad”.

La joven también contó que el ladrón tenía un destornillador, que cayó al piso cuando la moto se desplomó. “Por suerte fue rápido. Roban el celular desbloqueado porque así hacen desastres. Me escribió mucha gente que pasó por lo mismo con este tipo”, señaló.

Entre quienes presenciaron la detención estaba una joven universitaria que vive en la cuadra y que también habló con Puntal. Su testimonio coincide con lo que hace años circula en el barrio, aunque difiere bastante con el “trato” que propinaron los vecinos al detener al ladrón.

“Mi hermana lo vio robar hace como dos años. Siempre la misma moto, siempre el mismo tipo. Lo conocemos todos”, afirmó. Contó que estaban por dormir la siesta cuando los gritos desesperados de Martina sacudieron la quietud del edificio. Salieron al balcón y vieron cómo los vecinos corrían para interceptarlo.

“Lo bajaron de la moto, le rompieron el tanque, le cortaron los cables. Ya estaban hartos. Vinieron repartidores, rapis, todos cansados de lo mismo”, relató. La vecina insistió en que la identidad del ladrón era conocida en la zona. “En el grupo del edificio se hablaba siempre: robó acá, robó allá. Todos lo identificaban. Esta vez no tuvo suerte.”

Los testimonios coinciden: no era un fantasma, sino alguien con rostro, rutina y un patrón de movimiento que quienes viven en Nueva Córdoba ya tenían estudiado de memoria. Los detalles de lo ocurrido esa tarde, los definirá la Justicia.

El detenido, identificado por la Policía como un joven de 25 años, fue trasladado a sede policial. La moto que conducía, una Honda CG Titán 150 cc negra, tenía el número de motor adulterado y quedó secuestrada. El teléfono robado fue recuperado de inmediato.

Los uniformados confirmaron que el sospechoso estaría vinculado a una serie de hechos similares en esa zona céntrica, algo que los vecinos vienen denunciando hace tiempo. Nada de lo que pasó los sorprendió: solo esperaban el momento en que alguien lograra detenerlo.

Días atrás, un medio local había publicado un informe sobre el motociclista, al que en redes llamaban “el fantasma de la Titán negra”. No porque no se lo viera, de hecho todos lo veían muy seguido, sino porque jamás lograban atraparlo. Su método era conocido: dar vueltas por el barrio, subir a la vereda, arrancar el celular de la mano y desaparecer entre autos y colectivos antes de que alguien pudiera reaccionar.

Mientras el joven queda ahora a disposición de la Justicia, en Nueva Córdoba persiste una sensación ambigua: alivio, sí, pero también bronca. La captura llegó. Llegó porque una víctima gritó lo suficiente y un barrio entero decidió no mirar para otro lado.

Martina lo resumió con claridad: “La gente actuó. Podían no haberme dado bola, pero se movieron. Entre todos nos terminamos salvando”.

En esa frase se resume lo que viene sintiendo Nueva Córdoba hace años: el miedo, la impotencia, la frustración… y finalmente, la reacción colectiva que terminó con el ladrón más fotografiado, señalado y comentado del barrio. Un fantasma que, por primera vez, dejó de serlo.