Esa idea se convirtió en una brújula. Sin saberlo, el espíritu emprendedor se activó temprano. “Mi mamá era promotora de eventos y siempre le daban productos de regalo: limpiadores, detergentes, aerosoles. Con lo que sobraba, yo salía a vender casa por casa en el barrio”, recuerda entre risas. No fue el único intento: también fabricó helados con jugo Tang y los vendió a 25 centavos en su calle sin salida, ofreció pulseras con su prima y sándwiches en la escuela. “Siempre estaba vendiendo algo”, resume.
Con el tiempo, esa chispa se transformó en búsqueda. A los 18 años, mientras cursaba Derecho, comenzó a importar relojes baratos desde China para venderlos entre sus compañeros. “Los traía por Wish. No eran buenos, pero todos querían verse bien. Los vendía en la facu y me iba bien, hasta que cerraron la plataforma y no pude traer más”, recordó. Luego incursionó en recorridos 360° para inmobiliarias e incluso en la venta de celulares y accesorios. Todos esos proyectos fracasaron.
La pandemia de 2020 marcó un punto de inflexión. “Fue el momento más crítico de mi vida. Mi viejo, que trabajaba en turismo, perdió su empleo después de 25 años. Mi mamá ganaba lo justo como maestra jardinera suplente y vivíamos con la tarjeta de crédito de mi abuela. Literalmente comíamos con deuda”, relata. En medio de ese panorama, empezó a trabajar como freelancer: diseñaba páginas web, gestionaba redes sociales y aprendía sobre anuncios digitales. “Con eso pude empezar a pagar mis cosas y ayudar en casa”.
Un año después, tomó la primera gran decisión de su vida: dejar la carrera de Derecho para dedicarse por completo al mundo emprendedor. “Fue muy cuestionado por mi familia, pero sentí que tenía que hacerlo. Quería construir algo propio”, afirma.
La segunda decisión clave llegó con su marca personal. “Vi un video que decía que con una marca personal no solo vendés más, sino que generás relaciones y oportunidades. Entonces empecé a hacer contenido para emprendedores que recién comenzaban. No tenía servicios ni productos, solo quería conocer gente y crear comunidad”.
A partir de ese contenido, comenzaron a llegar personas interesadas en sus consejos. “Me pedían que los ayude uno a uno, que los acompañe. Así nació mi primera agencia de marketing, que después se convirtió en Multi D”.
El proyecto nació con un objetivo concreto: ofrecer a los emprendedores servicios y herramientas para hacer crecer sus negocios. “Multi D empezó con redes sociales, páginas web y diseño, pero se transformó en algo más grande. Hoy es una agencia, una academia y una comunidad. Todo en un mismo lugar, para que el emprendedor encuentre lo que necesita para crecer”, explica.
Paralelamente, de sus sesiones de consultoría surgió otra idea que cambiaría su rumbo: la Incubadora de Emprendedores. “Tenía dos clientes con negocios iguales, pero uno avanzaba y el otro no. Me di cuenta de que no era un problema de estrategia, sino de mentalidad. Así nació la Incubadora: un espacio para trabajar hábitos, disciplina y desarrollo personal junto con lo técnico del negocio”.
La primera edición tuvo unas 40 personas. La segunda duplicó la convocatoria. La tercera se viralizó. En poco tiempo, el programa se convirtió en un fenómeno que, según Busico, ya formó a más de 8.400 emprendedores de Argentina, Latinoamérica y España.
La comunidad creció más allá de la pantalla. “Los miembros empezaron a organizar juntadas por su cuenta. Se conocían por WhatsApp y se reunían en sus ciudades. De ahí surgieron las embajadas: representantes locales que organizan encuentros presenciales cada semana en distintas provincias y países”, explica. Hoy, esas reuniones se replican desde Córdoba hasta Madrid.
El crecimiento de Multi D trajo consigo nuevos desafíos. “Lo más difícil fue encontrar talento. Era raro hallar personas con experiencia digital en ese momento. Entonces tuve que formar al equipo desde cero, enseñarles todo lo que había aprendido como freelancer”.
El modelo del ecosistema se consolidó con una premisa: combinar formación, servicios y comunidad. “Multi D no es solo una empresa, es un espacio donde se comparte conocimiento, se crean vínculos y se potencia a las personas. La esencia es que el emprendedor encuentre en un mismo lugar todo lo que necesita para crecer”, destaca.
Hoy, Busico divide su tiempo entre coordinar el equipo, dar charlas y acompañar el desarrollo de nuevos programas. “No separo trabajo y vida personal. Mi trabajo es mi vida. De lunes a lunes estoy por y para el ecosistema. Es lo que me da energía”, asegura. En su tiempo libre juega al pádel, entrena y pasa tiempo con su familia, pero confiesa que lo que más disfruta es “crear y ver crecer a la comunidad”.
Después de varios fracasos y aprendizajes, el joven emprendedor resume su historia con una frase que lo acompaña desde sus inicios: “Con mis condiciones creo mi realidad. Con lo que tengo, construyo la vida que quiero. No me compro las excusas. Todo lo bueno o lo malo que me pasa lo uso para seguir creciendo”.