Este descubrimiento, anunciado por el juez federal Hugo Vaca Narvaja, representa mucho más que un dato judicial: es una puerta entreabierta a la posibilidad de cerrar heridas, a poner fin a la incertidumbre interminable, a dar nombre y entierro a quienes fueron secuestrados, torturados y asesinados por el terrorismo de Estado.
Entre las voces que mejor expresan el alcance humano de este hallazgo se destaca la de Soledad García, una de las 26 querellantes agrupadas en la Asociación Civil de Expresos Políticos de Córdoba. Su testimonio a Puntal, teñido de emoción, prudencia y esperanza, resume la potencia de una lucha que no se detiene.
El pasado 16 de septiembre comenzaron las tareas sistemáticas de prospección en un sector de diez hectáreas del gigantesco predio de 14.000 hectáreas que alguna vez ocupó La Perla. A tan solo cinco días del inicio de las excavaciones, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) encontró restos óseos humanos. Según la antropóloga Silvana Turner, “los huesos fueron hallados de manera aislada, en un relleno de tierra que coincide con las alteraciones del terreno visibles en imágenes aéreas de 1979”. La técnica utilizada, conocida como LIDAR, permitió identificar movimientos de suelo realizados presuntamente por los represores cuando se preparaban para la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
El hallazgo se produjo en las cercanías de la Loma del Torito, un área señalada desde hace años por sobrevivientes y testigos como posible zona de enterramientos clandestinos. Según explicó Turner, si bien no se trata aún de una fosa común, el contexto de descubrimiento es “altamente compatible con la presencia de personas desaparecidas durante la dictadura”.
El juez Hugo Vaca Narvaja confirmó que los restos pertenecen a personas que murieron en la década del 70. El proceso de identificación, explicó el magistrado, puede tardar meses, ya que primero es necesario terminar la recolección, luego realizar estudios de ADN y finalmente cotejarlos con el Banco Nacional de Datos Genéticos.
Soledad García se sumó a esta causa con una determinación serena, pero firme. Integra el grupo de 26 querellantes que desde abril impulsan con fuerza renovada la búsqueda en La Perla. En sus palabras resuenan el compromiso y la ternura de quien lleva décadas esperando una respuesta: "Venimos con una expectativa enorme. Esta lucha la motorizamos entre todos. No estamos solos: somos un colectivo", afirmó a Puntal.
Soledad busca a su compañero, Eduardo Requena, secuestrado y desaparecido durante la dictadura. Y aunque sabe que la posibilidad de identificarlo es lejana, no pierde la esperanza: “Sentimos una gran alegría, aunque no sea él. Porque este hallazgo puede ser el comienzo de otros. De algo más grande. De encontrar a muchos”.
Junto a ella está la historia de Graciela Geuna, una de las primeras querellantes, oriunda de Río Cuarto. Detenida con su pareja en los años oscuros, a ella los represores le mostraron el cuerpo sin vida de su compañero. Él tenía 23 años. Ella, 21. Hoy, Graciela vive en Suiza, pero su voz sigue siendo guía para las búsquedas colectivas. Fue una de las que impulsó, desde lejos, que se retomara la investigación en La Perla.
“Lo importante, dice Soledad, es que estos cuerpos necesitan un entierro digno. No se puede construir una democracia sobre cuerpos insepultos. Esto no tiene partido político ni ideología: es justicia, es humanidad”.
El hallazgo fue posible gracias a una combinación de herramientas tecnológicas, compromiso humano y el trabajo minucioso del EAAF, con la colaboración del geólogo Guillermo Sagripanti de la Universidad Nacional de Río Cuarto. El análisis de imágenes aéreas tomadas en julio de 1979 permitió identificar movimientos anómalos de tierra que podrían corresponder a intentos de ocultamiento de cadáveres.
El trabajo continuará durante 70 días. La expectativa es alta, pero todos los actores involucrados insisten en mantener la prudencia. Lo que se ha logrado ya es enorme: abrir una posibilidad real de identificación, reavivar el compromiso social y legal con la memoria, y fortalecer una red de familiares que, con paciencia y firmeza, siguen buscando.
El hallazgo en La Perla es una oportunidad de cierre, de justicia, de paz. Soledad lo dice con su voz cálida, aunque firme: “La sociedad toda tiene que entender que esta es una lucha de todos. Llamamos a quienes participaron, a los que vieron, a los que saben. Ya no tienen comandantes que los manden callar. Hablen. Ayuden”.
La historia de La Perla está marcada por la barbarie. Pero el presente está marcado por la dignidad de quienes insisten en buscar, en contar, en resistir. El hallazgo de estos restos no es el final. Es un comienzo. Y como tal, está lleno de dolor… pero también de esperanza.